domingo, 20 de diciembre de 2009

Desde iglesiaendamiel.blogspot.com

Quiero, con estas líneas, desearos cordialmente una Feliz Navidad y un buen año 2.010. Y me ayudo del christma que hemos preparado para las parroquias de nuestro arciprestazgo.
En principio, llevaba una frase de la Encíclica de Benedicto XVI, Caritas in Veritate, que suprimimos, porque la imagen no quedase recargada, pero que destaco aquí porque tiene su importancia: «La verdad originaria del amor de Dios, que se nos ha dado gratuitamente, es lo que abre nuestra vida al don y hace posible esperar en un "desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres".» (8)
Esta frase, preciosa, como otras muchas de la Encíclica, destaca que Dios nos ama gratuitamente (se ha hecho pobre para enriquecernos, al nacer como Niño en Belén) como unos padres deben querer a sus hijos, pues no le pasan factura por lo que hacen por ellos, aunque a veces se le pasen ganas. Sentirse amado de semejante manera es lo que nos puede hacer concebir la vida como un don, como un regalo de Dios y no como un derecho. Solemos pensar que la vida es nuestra, y el cuerpo es nuestro… y podemos hacer lo que queramos, con el cuerpo y, por supuesto, con "nuestra" vida.
Es curioso, como en un texto que habla de cuestiones sociales: el hambre, la economía, la ecología… (En Navidad todos estamos receptivos para creer que el mundo aún puede ser mejor) lo que enmarca todo el conjunto de la encíclica del Papa, es concebir la vida como un don para darla gratuitamente. Sin esta concepción de la vida, el mundo mejor que todos soñamos será más difícil conseguir, pues no sólo debe encontrarse solución a los problemas del desarrollo, sino que debe haber personas que se entreguen gratuitamente.
Sigue diciendo la cita que sólo desde ahí se puede esperar un desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres.
Lo de "todos" los hombres, es fácil entender, pues da la impresión de que el Primer Mundo hemos conseguido cotas altas de desarrollo, a veces, a costa de los pobres del Tercer Mundo. Incluso, argumenta el Papa que ayudar a los pobres es una salida a la crisis económica; cuestión sobre la que habría que meditar seriamente. En Navidad no sólo hay que tener buenos sentimientos de caridad con los necesitados, cuando les tendríamos que ayudar por justicia, sino que, "siendo egoístas", nos conviene ayudar, pues nosotros seremos los primeros beneficiados. Es como cuando uno se encuentra mal y, ayudando a los demás, se redime de su malestar. Algo más difícil de aceptar es, que también hay que señalar, que ese desarrollo que se refiere a "todos", incluye a los no nacidos (lo que se resalta de un modo especial en el chirstma), a los enfermos terminales, a los discapacitados…
Lo de "todo" el hombre puede resultar más chocante. El Papa quiere decir que para que haya un desarrollo de todos los hombres es necesario que se desarrollen todas las dimensiones que son propias de las personas, entre las que hay que destacar de una manera especial, la dimensión espiritual. Por eso, si nos olvidamos de Dios, nos perdemos en la vida; ni nos realizaremos personalmente, ni podremos conseguir un mundo mejor. Ser creyente es algo propio de la naturaleza humana, no es producto de la mente, pues no creamos la religión, ni nace de los miedos… Y, si la dimensión religiosa está en la constitución del ser humano, no la podemos obviar, sin menoscabar nuestra felicidad.
En Navidad, todos estamos más sensibilizados para soñar de nuevo, una vez más, a pesar de todo, un mundo mejor. Yo, desde estas ideas, quiero manifestar que para eso es preciso: tener en cuenta a Dios en la vida, en tu vida (al fin y al cabo, lo que celebramos es que nace Dios, hecho Niño); y que la experiencia de Dios nos debe hacer concebir nuestra vida como un don, que regalar a los demás. Esa es la base de la concepción cristiana del ser humano, que se pone de manifiesto de una manera significativa en Navidad. Pero, como suele ocurrir, quizá entre tanta multitud de reclamos, "agacharemos la cabeza" y pasaremos en medio de la masa sin capacidad de contemplar lo esencial.
Por eso, la referencia al nacimiento de cualquier niño: "Cada niño, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios no ha perdido todavía la esperanza en los hombres" (Tagore), como una experiencia que nos invita cada día a seguir soñando un mundo mejor, como cada Navidad con el nacimiento de Dios.

Pedro Crespo Arias

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