miércoles, 29 de abril de 2009

"Mi Viernes Santo"

Muchos observamos la peor de las consecuencias que a una hermandad o cofradía le puede pasar en la calle, como es la lluvía repentina y traición... Desde Daimiel Cofrade y hemos querido reflejar la experiencia de "un morao de túnica", como se vivio desde dentro. Un articulo muy interesante lleno de sentimientos y pasión hacía un color "morao".

Mi Viernes Santo por Alberto Astillero.

Después de esperar toda mi vida para que llegase ese momento de poder alzar de Nuestro Padre, llego ese día: Cuando la madrugá poco apoco llegaba a su fin con las palabras del Mandato, y los moroaos empezábamos a organizarnos esperando ese primer rayo de luz con el que saldría Nuestro Padre Jesús Nazareno, nadie de los que estábamos allí se podía imaginar que ese sol que empezaba a asomar nos dejaría por ningún instante en nuestro camino.
Después del encuentro con la Virgen del Primer Dolor llegó el momento de alzar, después del tercer toque empezamos andar camino del encuentro con “la Veronica” bajo un cielo totalmente despejado y con un sol que picaba. Nuestro camino de penitencia seguía bajo las líneas de la normalidad. Fue a partir de la Calle General Espartero cuando bajo los ojos de mi capillo y mirando al cielo vi alguna nube pero con la seguridad que no existía ningún peligro de lluvia, es instantes antes de entrar a la Plaza de España cuando nos indicaron que “empezáramos andar ligeros” porque podía llover de hora a hora y media, pero fue en escasos cinco minutos cuando el cielo paso a teñirse de negro como si volviese la oscuridad de la noche, fue poco después de la saeta cuando cambió todo.
Nunca se me podrá olvidar la mirada de un celador a mis guantes al ver dos gotas de agua, una mirada muy difícil de poder expresar. Fue cuando empezó a llover como si de una ducha de agua se tratase, con toda su fuerza y sin dar tiempo a reaccionar.
Fue el momento donde los moraos demostramos nuestros sentimientos, y respondimos ante tal situación. De todos lados aparecían Hermanos que intentaban ayudar ya fuese extendiendo el plástico, alzando, dando ánimos…. Eran instantes donde los sentimientos estaban a flor de piel, donde se miraba al cielo con impotencia, dolor, llanto, pero a pesar de todo ello, aparecieron fuerzas para seguir hacia delante y poder llegar a la Ermita de la Paz.


Desde que se cubrió el Trono hasta llegar a la Paz hicimos dos o tres pequeños descansos, porque a pesar de estar lloviendo a mares, de ir empapados de agua… sacamos desde nuestro corazones esa fuerza y esas ganas necesarias para seguir, y más al ver como los Hermanos de las filas seguían acompañando a Nazareno, otros se incorporaban ayudar a alzar sin parar, los gritos de aliento y de animo que llegaban por todos lados…
Cuando finalmente llegamos al pretil de la Paz y tras ver ligeramente que los demás Pasos y la Virgen del Primer Dolor ya estaban a salvo del agua, una pequeña tranquilidad me lleno mi cuerpo ya que todavía faltaba saber y ver si había habido daños y donde y como estaban los atributos.
Dos grandes sorpresas me lleve al llegar a la Paz, la primera cuando empezaba a entrar Nuestro Padre Jesús Nazareno a la Paz se empecé a escuchar los compases del “Niño perdido”, eso me lleno satisfacción saber que al igual que todos los Hermanos y todos los daimeleños, la Banda Municipal se comporto a la altura que sus más de cien años de historia que atesora aguantando el chaparon. La segunda fue al salir de la Ermita y ver toda la Plaza repleta de nazarenos que la teñían de morao.
Este Viernes Santo nunca se me olvidará, pasara a mi recuerdo como aquel día donde se demostró que “la Fe mueve montañas” y donde los sentimientos de amor al Hijo de Dios salieron a escena más que nunca. Para mí nunca se podrá reprochar en este año nada a nadie, sino todo lo contrario, agradecer a todos su actitud. Ojala que estos sentimientos y actitudes que afloraron no caigan en el olvido hasta el año que viene, sino que sea la base para vivir a partir de ahora nuestra Fe durante todo el año.

A.A

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